Todo empezó tan bien, mucho sueños, muchos proyectos, cada uno con muchos riesgos, riesgos que al final fortalecen pero cuyas acciones diarias duelen, duelen mucho.
No me arrepiento de la mudanza, pero a veces debería arrepentirme de querer tanto, sin embargo lo peor es que para eso ya no hay marcha atrás. Seguiré incondicional pero las circunstancias me obligan a vestir ahora más que nunca esa pesada armadura que estaba llena de telarañas, casi segura de que podré descansar de ella nuevamente, el problema es que eso no será por estos momentos, antes de descubrirme, las heridas deben cicatrizar, solo quiero ese traje para defensa mas por desgracia, esa defensa implica ataque hacia lo que más adoro.
Pero esas cosas que más quiero pesan en el alma, la lastiman y me matan.
Yo sabía, lo sabía desde hace rato, tenia la seguridad de que yo no iba a ser la excepción, no me salvaría del fuego y justo así fue, me quemé y lo malo fue que no morí sino que me toca ver como las quemaduras me consumen no tanto la piel como el corazón, tampoco puedo permitir que alguien ayude a evitar infecciones o procure porque mejoren rápido, es un trabajo para realizar en compañía de la soledad y bajo la supervisión de la única verdad suprema; una vez sanen, las cicatrices me recordarán lo que pasa al dejarse cegar por tantas cosas que no tienen veracidad.
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